Entrevista con Eva Feld
por Violeta Villar Liste
- El escritor español Javier Marías, entrevistado por Carmen Pérez Jiménez para la revista Escribir y publicar, afirmaba: “Cada vez es más difícil hacer creer a los lectores lo que se está contando”. En su caso, que transita los caminos del periodismo (la escritura “de la verdad”) y de la literatura (¿de la cuasi verdad?), ¿cómo vivencia el problema de la verdad?
- El asunto de la literatura no es la “verdad”, la cual, por lo demás, no concibo como unívoca ni universal. Yo comparto con Nabokov cuando dice que la literatura no versa sobre algo; ella misma es ese algo, es la quidididad. Es decir que ella, en sí misma es verdad. El concepto de verdad al que Usted se refiere -de hechos comprobables- recae ciertamente en el periodismo, el cual, de la mano de autores como Tom Wolfe, Norman Mailer o Gabriel García Márquez, ha ido escalando peldaños como rubro literario. En efecto, pienso que el llamado nuevo periodismo ha dignificado el género del reportaje, pero ha diluido en el trayecto el sentido de la palabra. La narrativa anecdótica, informativa, entretenida ( veraz, ficcional o mixta) conglomerada en el anglicismo “light” me ha hecho concluir que la novela ha devenido un género periodístico (novela igual novedad, noticia, reseña, crónica) y que habría que inventar un nuevo vocablo que la diferencie.
- En Mujeres y escritores más un crimen percibo la evidencia de la tensión (o el juego) textual entre la “verdad” y la “ficción”. Por ejemplo, en Epistolario ficticio con un escritor real o en Epistolario real con un escritor fabuloso. También, en esos “guiños” a la escritura periodística....
- Cierto, precisamente el Epistolario real con un escritor fabuloso marca mi efímero paso entre el ejercicio periodístico y el literario. Fue la bisagra. Ocurrió que un entrevistado real, Teódulo López Meléndez, se convirtió- por artilugio de la palabra- en personaje. Ya me había sucedido, durante los felices comienzos del Diario de Caracas, que Tomás Eloy Martínez, me preguntara si mis breves perfiles de la sección titulada “gente”, no serían más bien cuentos. Pienso que aunque el verbo narrar sea uno y el mismo, con epicentro en el estilo, la estructura y el dominio de los detalles, la diferencia radica en lo que el recién fallecido ensayista francés Maurice Blanchot significó al decir: “Lo imaginario es una extraña región situada más allá del mundo, es el propio mundo, pero el mundo en conjunto como un todo”.
- Lo cierto es que la palabra siempre parece conducir a un viaje hacia el interior de nosotros mismos y en ese viaje lo más real o lo más ficcional se cruzan de manera irremediable.
- De allí que el epígrafe de mi novela Los Vocablos se amaron por última vez sea una frase de Miguel de Unamuno: “Todos los personajes que crea un autor, si los crea con vida, todas las criaturas de un poeta, aún las más contradictorias entre sí- y contradictorias en sí mismas- son hijas naturales y legítimas de su autor ¡feliz si el autor de sus siglos!. Son partes de él”
- Paul Ricoeur va más allá y afirma que la estrategia del discurso, “implícita en los lenguajes metafóricos, es demoler nuestro sentido de la realidad”, en tanto nos permitiría crear una realidad nueva.
- Recurro para contestarte a las palabras de López Meléndez, en tanto que escritor real, autor de Por el país del hombre (primera lectura del nuevo milenio) y también al personaje de mi cuento antes aludido... Dice el hombre en el ensayo titulado “Cambio de lengua en la misma lengua: “Cuando alguien dice que no entiende un poema sería justo recordarle que el verso es potencia inventiva...Cuando alguien me asegura que mis textos son una catarata de metáforas, sería necesario recurrir a Richard para asegurar `no existe sentido verdadero de un texto. Volviéndose todo metafórico, no hay ya sentido propio...´. O dicho en mis propias palabras: tanto más se acerca un texto a la obra maestra cuanto más inferencias sea capaz de generar en sus lectores.
Escribir en tiempos de la V República
- El desasosiego de esta extraña V República ha permitido, sin embargo, que los escritores la reinventen en la escritura. Su libro, Los vocablos se amaron por última vez (1999) también es sensible a este nuevo tiempo....
- Mi novela Los vocablos se amaron por última vez es una ucronía. Explora lo que hubiera acontecido en Venezuela si los alemanes y los japoneses hubieran ganado la segunda guerra mundial. Goebbels, a la sazón ministro de propaganda de Hitler se habría interesado en Venezuela como primera eslabón para reconstruir una Gran Colombia bajo el dominio del III Reich. Pero para crear una ucronía es menester conocer a fondo los hechos que se pretenden deformar. De manera que la exploración de la Venezuela de la década de los cuarenta da cuenta de una realidad sensiblemente parecida a la actual por el proceso regresivo que se está viviendo. Pero además se trata también de una suerte de meta novela narrada por un personaje de la novela misma, a quien le toca experimentar en carne propia las vicisitudes del advenimiento de la V República: el desempleo, el atraso tecnológico, la frivolidad política de la plutocracia, el descontento, el aislamiento. Sin embargo no podría decir que éste sea el tema central de la novela, diría que más bien se trata de una visión particular del poder en todas sus acepciones, desde el político y el sexual, pasando por el psicológico y el de los sueños.
- Al final, ¿gana o pierde la literatura cuando se aprovecha de su tiempo? Lo pregunto porque a veces hay un reclamo del texto “sin tiempo y sin espacio”, y, obviamente, eso no parece posible en tanto obligaría a los escritores y a las escritoras a una difícil asepsia...
- Pienso que el tiempo como la verdad, es una convención provisional y consensuada y que el tiempo del escritor es omnívoro. El escritor es dios y su obra el hombre todo lo demás es circunstancial.
- Además, la literatura es un camino extraordinario para recuperar el tiempo histórico. En España, por ejemplo, se leen con interés los libros que derivaron de hechos tan dramáticos como la guerra civil o la dictadura franquista. Lo literario advierte unas sensibilidades que en ocasiones pasan de largo para algunos historiadores....
- Como le dije antes: el objeto del escritor es el hombre. Explorarlo, invertirlo, comprenderlo, aprehenderlo en sí mismo y en sus circunstancias, fuera de sí y de sus circunstancias. Los ejemplos que Usted cita ilustran de manera estupenda la pobre oferta editorial española de los últimos años, en la que salvo muy contadas y honrosas excepciones los mejores libros son las traducciones de escritores sobre todo centro europeos.
La palabra se nombra en femenino
- Cuando una mujer escribe, los críticos interrogan al texto desde lo “femenino” . Nadie, en cambio, busca reconocer las claves “masculinas” de la escritura. Quizás, porque como afirma Cristina Peri Rossi, “la mujer ha sido una exiliada del mundo público, su único espacio propio era -cabe resaltar el tiempo pasado- la cocina”.
- Sin ánimos de ofender las tardías posturas feministas del mundo occidental, me parece que semejantes consignas son débiles consejas. O peor aún deficientes escudos. La lucha femenina por el espacio público fue victoriosa en el siglo pasado. Así como le dije antes que narrar es uno y el mismo verbo así mismo afirmo que en el manejo de la palabra no priva el género. El escritor es hombre y mujer. Flaubert ya era Madame Bovary, en el sigloXIX, yo misma soy Joseph Goebbels y Carlos Delgado Chalbaud, cuando existen por la fuerza que mi palabra, en Los vocablos se amaron por última vez
- Hoy por hoy, ¿cómo percibe el esfuerzo narrativo de las escritoras venezolanas?
-Profuso, interesante. Lo que falla son las resoluciones editoriales por la muerte de la cultura y la extremaunción de las editoriales a causa de la crisis política y económica.
- Volviendo a la cocina (y a Peri Rossi), se salió de ella, en algunos casos, a tiempo completo y, en otros, a media jornada. Pero (como quiera que sea) hay un hecho indudable: la escritura ha ganado con la sensibilidad femenina. En el caso venezolano, ¿qué resulta luego de viajar por la escritura de una verdadera innovadora como Teresa de la Parra hasta quedar atrapados en el universo cotidiano y sensible de Ana Enriqueta Terán? Y esto, sólo por citar dos voces trascendentes en el panorama de las letras venezolanas
- Me gusta mucho que lo llame “viaje” pues implica bagaje.
El proceso creativo
-¿La inspiración llega cuando el escritor no la espera o hay que buscarla largo rato?
- ¡Oh peligrosa generalización!: Yo diría, aunque pueda sonar petulante, que la escritura es un proceso alquímico mediante el cual las ideas, que son intangibles como el éter, se corporeizan, toman forma de palabras, de frases y de sentido adviniéndose por causas múltiples. La inspiración podría obedecer a la pugnacidad que adquieren las ideas en su lucha por trascender, pero la combustión puede provenir también de un elemento externo, como un lugar (la Venecia de Thomas Mann o el Macondo del Gabo) de una persona (La esposa del Doctor Thorne, o Los amores de Catalina de Denzil Romero), en fin.
-¿Es posible pensar en fórmulas cuando se trata de la escritura literaria?
-Es posible, de hecho se enseñan en los talleres literarios. Allí se definen características fundacionales, estructurales, argumentales; se la pretende diferenciar según el tipo, en nuclear, medular o de bisagra. Allí se exponen teóricamente los alcances de la aplicación de las cajas chinas, las crinejas, los vasos comunicantes; allí se ejercitan los contenidos programáticos, gramaticales y sintácticos, pero la mayoría de las veces se acaba perjudicando la escritura.
-¿Qué prepara en este momento Eva Feld?
- Acabo de terminar una segunda novela titulada La transparencia del reflejo, en la que una mujer cabalga sobre tres siglos en procura de sí misma y de respuestas. Una saga que parte de remotos ancestros y conlleva un viaje más allá de lo geográfico y de lo temporal, uno donde el callar domina y las interrogantes sólo pueden ser dirigidas a Lucifer. Éste, harto de inmortalidad y víctima de la economía de mercado, contesta con burla y saña, advirtiéndole que para él no revisten ningún interés las almas producidas en serie y mediatizadas. Él añora los tiempos de Goethe, Milton, Mann, Papini y Madách, sus grandes interlocutores. Cuando se establece el diálogo entre una mujer y el Diablo, un fogonazo transparenta la tragedia humana de la incomunicación.
Eva por Eva
Nací en Caracas a mediados del siglo pasado, hija de prófugos padres judíos: Inseminación europea, alumbramiento americano.
Becaria del gobierno francés y enrolada en las excentricidades del Centro de Estudios de Comunicación y del Instituto de Altos Estudios de la Sorbona, asisto a clases magistrales de Edgar Morin, Levy-Strauss, Jacobson y a la dispersión por gases lacrimógenos de manifestaciones multitudinarias, también a memorables huelgas de hambre. No es el París de Cortazar en Rayuela, no es el París de Bryce Echenique, es el París que, en mi Transparencia del Reflejo, mantiene a raya a Lucifer.
Periodista (fundadora de El Diario de Caracas), reportera y coordinadora de sección en El Nacional. Reportero de la comunidad de Radio Ambiente (Chicago- Illinois) Colaboradora del Chicago Sun Times. Colaboradora de la revistas Imagen, Domingo Hoy, Feriado, Verbigracia, Papel literario.
por Violeta Villar Liste
- El escritor español Javier Marías, entrevistado por Carmen Pérez Jiménez para la revista Escribir y publicar, afirmaba: “Cada vez es más difícil hacer creer a los lectores lo que se está contando”. En su caso, que transita los caminos del periodismo (la escritura “de la verdad”) y de la literatura (¿de la cuasi verdad?), ¿cómo vivencia el problema de la verdad?
- El asunto de la literatura no es la “verdad”, la cual, por lo demás, no concibo como unívoca ni universal. Yo comparto con Nabokov cuando dice que la literatura no versa sobre algo; ella misma es ese algo, es la quidididad. Es decir que ella, en sí misma es verdad. El concepto de verdad al que Usted se refiere -de hechos comprobables- recae ciertamente en el periodismo, el cual, de la mano de autores como Tom Wolfe, Norman Mailer o Gabriel García Márquez, ha ido escalando peldaños como rubro literario. En efecto, pienso que el llamado nuevo periodismo ha dignificado el género del reportaje, pero ha diluido en el trayecto el sentido de la palabra. La narrativa anecdótica, informativa, entretenida ( veraz, ficcional o mixta) conglomerada en el anglicismo “light” me ha hecho concluir que la novela ha devenido un género periodístico (novela igual novedad, noticia, reseña, crónica) y que habría que inventar un nuevo vocablo que la diferencie.
- En Mujeres y escritores más un crimen percibo la evidencia de la tensión (o el juego) textual entre la “verdad” y la “ficción”. Por ejemplo, en Epistolario ficticio con un escritor real o en Epistolario real con un escritor fabuloso. También, en esos “guiños” a la escritura periodística....
- Cierto, precisamente el Epistolario real con un escritor fabuloso marca mi efímero paso entre el ejercicio periodístico y el literario. Fue la bisagra. Ocurrió que un entrevistado real, Teódulo López Meléndez, se convirtió- por artilugio de la palabra- en personaje. Ya me había sucedido, durante los felices comienzos del Diario de Caracas, que Tomás Eloy Martínez, me preguntara si mis breves perfiles de la sección titulada “gente”, no serían más bien cuentos. Pienso que aunque el verbo narrar sea uno y el mismo, con epicentro en el estilo, la estructura y el dominio de los detalles, la diferencia radica en lo que el recién fallecido ensayista francés Maurice Blanchot significó al decir: “Lo imaginario es una extraña región situada más allá del mundo, es el propio mundo, pero el mundo en conjunto como un todo”.
- Lo cierto es que la palabra siempre parece conducir a un viaje hacia el interior de nosotros mismos y en ese viaje lo más real o lo más ficcional se cruzan de manera irremediable.
- De allí que el epígrafe de mi novela Los Vocablos se amaron por última vez sea una frase de Miguel de Unamuno: “Todos los personajes que crea un autor, si los crea con vida, todas las criaturas de un poeta, aún las más contradictorias entre sí- y contradictorias en sí mismas- son hijas naturales y legítimas de su autor ¡feliz si el autor de sus siglos!. Son partes de él”
- Paul Ricoeur va más allá y afirma que la estrategia del discurso, “implícita en los lenguajes metafóricos, es demoler nuestro sentido de la realidad”, en tanto nos permitiría crear una realidad nueva.
- Recurro para contestarte a las palabras de López Meléndez, en tanto que escritor real, autor de Por el país del hombre (primera lectura del nuevo milenio) y también al personaje de mi cuento antes aludido... Dice el hombre en el ensayo titulado “Cambio de lengua en la misma lengua: “Cuando alguien dice que no entiende un poema sería justo recordarle que el verso es potencia inventiva...Cuando alguien me asegura que mis textos son una catarata de metáforas, sería necesario recurrir a Richard para asegurar `no existe sentido verdadero de un texto. Volviéndose todo metafórico, no hay ya sentido propio...´. O dicho en mis propias palabras: tanto más se acerca un texto a la obra maestra cuanto más inferencias sea capaz de generar en sus lectores.
Escribir en tiempos de la V República
- El desasosiego de esta extraña V República ha permitido, sin embargo, que los escritores la reinventen en la escritura. Su libro, Los vocablos se amaron por última vez (1999) también es sensible a este nuevo tiempo....
- Mi novela Los vocablos se amaron por última vez es una ucronía. Explora lo que hubiera acontecido en Venezuela si los alemanes y los japoneses hubieran ganado la segunda guerra mundial. Goebbels, a la sazón ministro de propaganda de Hitler se habría interesado en Venezuela como primera eslabón para reconstruir una Gran Colombia bajo el dominio del III Reich. Pero para crear una ucronía es menester conocer a fondo los hechos que se pretenden deformar. De manera que la exploración de la Venezuela de la década de los cuarenta da cuenta de una realidad sensiblemente parecida a la actual por el proceso regresivo que se está viviendo. Pero además se trata también de una suerte de meta novela narrada por un personaje de la novela misma, a quien le toca experimentar en carne propia las vicisitudes del advenimiento de la V República: el desempleo, el atraso tecnológico, la frivolidad política de la plutocracia, el descontento, el aislamiento. Sin embargo no podría decir que éste sea el tema central de la novela, diría que más bien se trata de una visión particular del poder en todas sus acepciones, desde el político y el sexual, pasando por el psicológico y el de los sueños.
- Al final, ¿gana o pierde la literatura cuando se aprovecha de su tiempo? Lo pregunto porque a veces hay un reclamo del texto “sin tiempo y sin espacio”, y, obviamente, eso no parece posible en tanto obligaría a los escritores y a las escritoras a una difícil asepsia...
- Pienso que el tiempo como la verdad, es una convención provisional y consensuada y que el tiempo del escritor es omnívoro. El escritor es dios y su obra el hombre todo lo demás es circunstancial.
- Además, la literatura es un camino extraordinario para recuperar el tiempo histórico. En España, por ejemplo, se leen con interés los libros que derivaron de hechos tan dramáticos como la guerra civil o la dictadura franquista. Lo literario advierte unas sensibilidades que en ocasiones pasan de largo para algunos historiadores....
- Como le dije antes: el objeto del escritor es el hombre. Explorarlo, invertirlo, comprenderlo, aprehenderlo en sí mismo y en sus circunstancias, fuera de sí y de sus circunstancias. Los ejemplos que Usted cita ilustran de manera estupenda la pobre oferta editorial española de los últimos años, en la que salvo muy contadas y honrosas excepciones los mejores libros son las traducciones de escritores sobre todo centro europeos.
La palabra se nombra en femenino
- Cuando una mujer escribe, los críticos interrogan al texto desde lo “femenino” . Nadie, en cambio, busca reconocer las claves “masculinas” de la escritura. Quizás, porque como afirma Cristina Peri Rossi, “la mujer ha sido una exiliada del mundo público, su único espacio propio era -cabe resaltar el tiempo pasado- la cocina”.
- Sin ánimos de ofender las tardías posturas feministas del mundo occidental, me parece que semejantes consignas son débiles consejas. O peor aún deficientes escudos. La lucha femenina por el espacio público fue victoriosa en el siglo pasado. Así como le dije antes que narrar es uno y el mismo verbo así mismo afirmo que en el manejo de la palabra no priva el género. El escritor es hombre y mujer. Flaubert ya era Madame Bovary, en el sigloXIX, yo misma soy Joseph Goebbels y Carlos Delgado Chalbaud, cuando existen por la fuerza que mi palabra, en Los vocablos se amaron por última vez
- Hoy por hoy, ¿cómo percibe el esfuerzo narrativo de las escritoras venezolanas?
-Profuso, interesante. Lo que falla son las resoluciones editoriales por la muerte de la cultura y la extremaunción de las editoriales a causa de la crisis política y económica.
- Volviendo a la cocina (y a Peri Rossi), se salió de ella, en algunos casos, a tiempo completo y, en otros, a media jornada. Pero (como quiera que sea) hay un hecho indudable: la escritura ha ganado con la sensibilidad femenina. En el caso venezolano, ¿qué resulta luego de viajar por la escritura de una verdadera innovadora como Teresa de la Parra hasta quedar atrapados en el universo cotidiano y sensible de Ana Enriqueta Terán? Y esto, sólo por citar dos voces trascendentes en el panorama de las letras venezolanas
- Me gusta mucho que lo llame “viaje” pues implica bagaje.
El proceso creativo
-¿La inspiración llega cuando el escritor no la espera o hay que buscarla largo rato?
- ¡Oh peligrosa generalización!: Yo diría, aunque pueda sonar petulante, que la escritura es un proceso alquímico mediante el cual las ideas, que son intangibles como el éter, se corporeizan, toman forma de palabras, de frases y de sentido adviniéndose por causas múltiples. La inspiración podría obedecer a la pugnacidad que adquieren las ideas en su lucha por trascender, pero la combustión puede provenir también de un elemento externo, como un lugar (la Venecia de Thomas Mann o el Macondo del Gabo) de una persona (La esposa del Doctor Thorne, o Los amores de Catalina de Denzil Romero), en fin.
-¿Es posible pensar en fórmulas cuando se trata de la escritura literaria?
-Es posible, de hecho se enseñan en los talleres literarios. Allí se definen características fundacionales, estructurales, argumentales; se la pretende diferenciar según el tipo, en nuclear, medular o de bisagra. Allí se exponen teóricamente los alcances de la aplicación de las cajas chinas, las crinejas, los vasos comunicantes; allí se ejercitan los contenidos programáticos, gramaticales y sintácticos, pero la mayoría de las veces se acaba perjudicando la escritura.
-¿Qué prepara en este momento Eva Feld?
- Acabo de terminar una segunda novela titulada La transparencia del reflejo, en la que una mujer cabalga sobre tres siglos en procura de sí misma y de respuestas. Una saga que parte de remotos ancestros y conlleva un viaje más allá de lo geográfico y de lo temporal, uno donde el callar domina y las interrogantes sólo pueden ser dirigidas a Lucifer. Éste, harto de inmortalidad y víctima de la economía de mercado, contesta con burla y saña, advirtiéndole que para él no revisten ningún interés las almas producidas en serie y mediatizadas. Él añora los tiempos de Goethe, Milton, Mann, Papini y Madách, sus grandes interlocutores. Cuando se establece el diálogo entre una mujer y el Diablo, un fogonazo transparenta la tragedia humana de la incomunicación.
Eva por Eva
Nací en Caracas a mediados del siglo pasado, hija de prófugos padres judíos: Inseminación europea, alumbramiento americano.
Becaria del gobierno francés y enrolada en las excentricidades del Centro de Estudios de Comunicación y del Instituto de Altos Estudios de la Sorbona, asisto a clases magistrales de Edgar Morin, Levy-Strauss, Jacobson y a la dispersión por gases lacrimógenos de manifestaciones multitudinarias, también a memorables huelgas de hambre. No es el París de Cortazar en Rayuela, no es el París de Bryce Echenique, es el París que, en mi Transparencia del Reflejo, mantiene a raya a Lucifer.
Periodista (fundadora de El Diario de Caracas), reportera y coordinadora de sección en El Nacional. Reportero de la comunidad de Radio Ambiente (Chicago- Illinois) Colaboradora del Chicago Sun Times. Colaboradora de la revistas Imagen, Domingo Hoy, Feriado, Verbigracia, Papel literario.
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