miércoles, 2 de mayo de 2012

Sarita Montiel, diva de universidad



 Por Eva Feld

Sara Montiel desató una tormenta en la Universidad de  Cincinnati este martes dos de mayo,  Su presencia, su encanto y su perpetua voz de diva dispararon alertas de tornado. Llovió, tronó, relampagueó, pero ella, llena de gracia y salero, no  le cedió el paso al viento ni al aguacero, ni siquiera al dolor punzante en su costillar herido,  nos cantó y entretuvo, para exaltarnos, a unos ochenta privilegiados. Tan extasiados estuvimos  los allí presentes, que nadie sería capaz de desmentirme al  atribuirle la tormenta primaveral a su presencia y no al tradicional clima regional, donde por lo regular, cuando sale el sol, hace frío y cuando al fin llega el calor, llueve.  La fecha de su presentación no pudo ser más emblemática ni más española, hela allí a la Diva marcando el territorio de la hispanidad.  Hela allí a la Diva parada frente a las bayonetas, como en el extraordinario cuadro homónimo de Goya. Heroína  y superviviente del franquismo, luego  del destape, de la actual crisis y de la edad. Sara Montiel sigue siendo un cataclismo.

María Antonia Abad, que es como en verdad se llama, se presento en la sala Bauer del Conservatorio de música de la Universidad  de Cincinnati, invitada por el Departamento de Lenguas Romances y de Literatura.  Apenas entró, transmitió una sinceridad incuestionable cuando dijo  estar emocionada por encontrarse en la universidad, pues ella nunca había podido estudiar. Había tenido que aprenderse de oído los primeros parlamentos de sus películas, como si canciones fueran, porque no supo leer hasta que León Felipe le enseñó a los 21 años.  Ahora, seis décadas después es objeto de estudios universitarios desde los más diversos temas posibles.

Si bien, la gira de Sara Montiel incluye en esta ocasión también a las ciudades de Chicago y Nueva York, acaso sea su presentación en Cincinnati la más curiosa, pues no solo fue proyectada una de sus películas más famosas, El último cuplé (1957), sino que las conferencias que dictaron destacados profesores de las universidades de  Ohio, Kentucky y California, se refirieron, entre otros temas, a la situación de las actrices y cantantes   durante el régimen dictatorial de Francisco Franco y más controversialmente,  a Sara Montiel como icono Gay del mundo hispano y su representación en el teatro, el cine y la literatura de hoy.

Cada una de las seis conferencias sirvió de preámbulo para el ansiado recital de la Diva: fue diagnosticada y amada con docta precisión por cuatro horas, durante las cuales, el público clavado en los asientos absorbió cada dato e interpretación con fanática atención. Incluso se escuchó algún susurro de indignación cuando  el profesor Israel Rolón Parada, factótum del evento, hizo hincapié en el alto precio que tuvo que pagar Sara Montiel por su fama, pero también por su valentía, en la España de Franco, cuando éste la utilizó como prenda en trueque por petróleo soviético, o  por madera rumana…Cada profesor desveló una faceta, la mitológica que envuelve su rostro, la política, la social, la de incipiente feminismo, la de su contribución al desarrollo del cine, o al renacimiento el cuplé como género musical picante y contestatario. Así como su influencia en novelas, performances y películas.

Sólo uno de los profesores, asumió un tono testimonial, humorístico, personal, echando por tierra, sin proponérselo tal vez, una suma de paradigmas que tienen que ver con los estereotipos gay. “Cuando El último cuplé llegó al cine Alcázar en el Sur de Chile, yo era un niño, en la familia se debatía si debían dejarme ir, al final, con la ayuda de mi madre, obtuve el permiso… la vi once veces…” “Me disfrazaba de Sarita y bajaba las escaleras con glamour, para indignación de mi padre y mi hermano, no de mi madre…”  Afuera, en las calles y las facultades de la Universidad de Cincinnati, se estaba celebrando el segundo día de la “semana de los maricas” con comidas y bebidas, con bailes y conversaciones;  en varios bares circunvecinos, se anunciaban espectáculos travestis. Cincinnati no es precisamente Copenhague. Se trata de una mediana ciudad  más bien conservadora, de lo que tradicionalmente, no geográficamente, se llama centrooccidente de los Estados Unidos, sin embargo,  según parece, el tema  gay, incluso el de transgénero ha dejado de ser  propiamente un tabú.

Cuando finalmente Sara Montiel hizo su segunda entrada, esta vez no solo para saludar sino para cantar, no tardó en asumirse como modelo para cuantas drag queens o dragas la quieran imitar, incluso por el uso que hizo del lenguaje,.  “Yo soy muy mariquita, me encantan las plumas, los adornos, los pendientes, las alhajas”  lo dijo moviendo con sensualidad exagerada sus manos, o mejor dicho luciendo  los cuatro pares de enormes sortijas con que las  engalanaba, así como sus enormes uñas esmaltadas y la pulsera en espiral que le cubría entero el brazo derecho. Los que la mirábamos  perdimos la respiración por un momento. Máscara y autenticidad se dan la mano en la diosa Montiel. La primera para que puedan copiarla hombres y mujeres, la segunda para que mujeres y hombres la amen.

Entre chistes y chanzas, Sarita canta “Bésame mucho” y el auditorio se conmueve. Los hombres y mujeres  mayores porque crecieron enamorándose con esa canción, los más jóvenes solo se estremecen sin  saber el por qué. “Fumando espero” y “Vereda tropical” no pueden faltarle al repertorio y para mayor exaltación, “El relicario” (el público haciendo el coro). Ya para concluir, un estudiante de canto de la universidad la acompaña en un tango a capela. Siguen las fotos posadas, los autógrafos, los besos y abrazos sobredimensionados, alimentos sin los cuales no se es una diva. Alimentos que sólo existen para las divas, sean estas mujeres excepcionales o sean, en otra escala, hombres que las copien.