Por Eva Feld
Sara
Montiel desató una tormenta en la Universidad de Cincinnati este martes dos de mayo, Su presencia, su encanto y su perpetua voz de
diva dispararon alertas de tornado. Llovió, tronó, relampagueó, pero ella,
llena de gracia y salero, no le cedió el
paso al viento ni al aguacero, ni siquiera al dolor punzante en su costillar
herido, nos cantó y entretuvo, para
exaltarnos, a unos ochenta privilegiados. Tan extasiados estuvimos los allí presentes, que nadie sería capaz de
desmentirme al atribuirle la tormenta
primaveral a su presencia y no al tradicional clima regional, donde por lo
regular, cuando sale el sol, hace frío y cuando al fin llega el calor,
llueve. La fecha de su presentación no
pudo ser más emblemática ni más española, hela allí a la Diva marcando el
territorio de la hispanidad. Hela allí a
la Diva parada frente a las bayonetas, como en el extraordinario cuadro
homónimo de Goya. Heroína y
superviviente del franquismo, luego del
destape, de la actual crisis y de la edad. Sara Montiel sigue siendo un
cataclismo.
María
Antonia Abad, que es como en verdad se llama, se presento en la sala Bauer del
Conservatorio de música de la Universidad
de Cincinnati, invitada por el Departamento de Lenguas Romances y de
Literatura. Apenas entró, transmitió una
sinceridad incuestionable cuando dijo
estar emocionada por encontrarse en la universidad, pues ella nunca
había podido estudiar. Había tenido que aprenderse de oído los primeros
parlamentos de sus películas, como si canciones fueran, porque no supo leer
hasta que León Felipe le enseñó a los 21 años.
Ahora, seis décadas después es objeto de estudios universitarios desde
los más diversos temas posibles.
Si
bien, la gira de Sara Montiel incluye en esta ocasión también a las ciudades de
Chicago y Nueva York, acaso sea su presentación en Cincinnati la más curiosa,
pues no solo fue proyectada una de sus películas más famosas, El último cuplé (1957), sino que las
conferencias que dictaron destacados profesores de las universidades de Ohio, Kentucky y California, se refirieron,
entre otros temas, a la situación de las actrices y cantantes durante el régimen dictatorial de Francisco
Franco y más controversialmente, a Sara
Montiel como icono Gay del mundo hispano y su representación en el teatro, el
cine y la literatura de hoy.
Cada
una de las seis conferencias sirvió de preámbulo para el ansiado recital de la
Diva: fue diagnosticada y amada con docta precisión por cuatro horas, durante
las cuales, el público clavado en los asientos absorbió cada dato e
interpretación con fanática atención. Incluso se escuchó algún susurro de
indignación cuando el profesor Israel
Rolón Parada, factótum del evento,
hizo hincapié en el alto precio que tuvo que pagar Sara Montiel por su fama,
pero también por su valentía, en la España de Franco, cuando éste la utilizó
como prenda en trueque por petróleo soviético, o por madera rumana…Cada profesor desveló una
faceta, la mitológica que envuelve su rostro, la política, la social, la de
incipiente feminismo, la de su contribución al desarrollo del cine, o al
renacimiento el cuplé como género musical picante y contestatario. Así como su
influencia en novelas, performances y películas.
Sólo
uno de los profesores, asumió un tono testimonial, humorístico, personal,
echando por tierra, sin proponérselo tal vez, una suma de paradigmas que tienen
que ver con los estereotipos gay. “Cuando El último cuplé llegó al cine Alcázar en el Sur de Chile, yo era un
niño, en la familia se debatía si debían dejarme ir, al final, con la ayuda de
mi madre, obtuve el permiso… la vi once veces…” “Me disfrazaba de Sarita y
bajaba las escaleras con glamour,
para indignación de mi padre y mi hermano, no de mi madre…” Afuera, en las calles y las facultades de la
Universidad de Cincinnati, se estaba celebrando el segundo día de la “semana de
los maricas” con comidas y bebidas, con bailes y conversaciones; en varios bares circunvecinos, se anunciaban
espectáculos travestis. Cincinnati no es precisamente Copenhague. Se trata de
una mediana ciudad más bien
conservadora, de lo que tradicionalmente, no geográficamente, se llama
centrooccidente de los Estados Unidos, sin embargo, según parece, el tema gay, incluso el de transgénero ha dejado de
ser propiamente un tabú.
Cuando
finalmente Sara Montiel hizo su segunda entrada, esta vez no solo para saludar
sino para cantar, no tardó en asumirse como modelo para cuantas drag queens o dragas la quieran imitar, incluso por el uso que hizo del
lenguaje,. “Yo soy muy mariquita, me
encantan las plumas, los adornos, los pendientes, las alhajas” lo dijo moviendo con sensualidad exagerada
sus manos, o mejor dicho luciendo los
cuatro pares de enormes sortijas con que las
engalanaba, así como sus enormes uñas esmaltadas y la pulsera en espiral
que le cubría entero el brazo derecho. Los que la mirábamos perdimos la respiración por un momento.
Máscara y autenticidad se dan la mano en la diosa Montiel. La primera para que
puedan copiarla hombres y mujeres, la segunda para que mujeres y hombres la
amen.
Entre
chistes y chanzas, Sarita canta “Bésame mucho” y el auditorio se conmueve. Los
hombres y mujeres mayores porque
crecieron enamorándose con esa canción, los más jóvenes solo se estremecen
sin saber el por qué. “Fumando espero” y
“Vereda tropical” no pueden faltarle al repertorio y para mayor exaltación, “El
relicario” (el público haciendo el coro). Ya para concluir, un estudiante de
canto de la universidad la acompaña en un tango a capela. Siguen las fotos
posadas, los autógrafos, los besos y abrazos sobredimensionados, alimentos sin
los cuales no se es una diva. Alimentos que sólo existen para las divas, sean estas
mujeres excepcionales o sean, en otra escala, hombres que las copien.
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