lunes, 7 de julio de 2008





Elfriede Jelinek: "Los Excluidos " en la imperfecta humanidad

Por Eva Feld



Líbrese lector de simplezas, lo que se le narra no es el mero relato de hechos superlativamente perversos, de esos perfectamente transmitidos por igual en noticiarios y en las cada vez más sofisticadas series televisivas de pesquisa policial. No, más allá de la historia lineal que Elfriede Jelinek , Nobel 2004 de literatura, cuenta en su novela Los excluidos (narrativa Mondadori octubre 2004) se halla el más precioso retorno al misterioso lugar, del otro lado del lenguaje, en el que se ubica la verdadera literatura, desde donde el escritor, preso en su trama y víctima de su palabra, es capaz, no obstante, de deslastrar la realidad, la propia y la histórica, de la lógica aplastante de los hechos y permitir que la ambigüedad así como el juego poético entre la verdad y la falsedad configuren la esencia del cuerpo narrativo.

En la novela Los excluidos , los protagonistas no son únicamente los cuatro jóvenes austriacos de la inmediata posguerra (en la década de los años 50) que emblematizan la violencia llevada a niveles de excitación estética sin consideraciones morales ni sociales. Tal simpleza, sería, digámoslo sin ambages, poco menos que un lugar común, en este primer lustro del siglo XXI, cuyo sino no ha sido otro. Los principales protagonistas de Jelinek son los símbolos, los silencios, las palabras empleadas para decir y no para hablar. Palabras como las que la autora envió grabadas en un video, el día de la entrega de los premios Nobel para no asistir a los ritos de sociedad ni enfrentarse a la falta de atención que los terceros prestan al Yo del que tiene algo que decir.



Elfriede Jelinek

La trama

Nadie mejor que Diamela Eltit (Conferencia en el Instituto Goethe de Santiago de Chile, El Mercurio)) ha sabido plasmar el contenido argumental de esta novela: "En Los excluidos , el mapa textual aborda un grupo de jóvenes, los hermanos Rainer y Anna y los amigos Sophie y Hans - que transita un orden residual. No se trata de marginalidades sociales, sino más bien de jirones históricos y políticos. El padre de Rainer y Anna , en tanto vencido nazi memorioso, rehace su camino ya no como responsable del campo de concentración, sino como jefe de una familia que le permite la creación de un "campo" alternativo. Allí experimenta científicamente, en el cuerpo de la esposa-madre y en sus hijos, un poder destructivo traspasado de angustia. En el otro frente de la ideología, la madre proletaria, filiada rígidamente a la ideología de clase, parodia inútilmente a la obrera orgánica e intenta traspasarle a su hijo, el obrero Hans , éticas y estéticas políticas en medio de una realidad ya enteramente inorgánica".
Compartimos que lo s jóvenes funcionan "en un presente que porta las excedencias de un pasado. Aunque transitan conceptualmente entre la literatura, la música, los discursos culturales, entregan sus cuerpos a prácticas desestabilizadoras del orden institucional y jurídico. Rainer , él, poeta, asesina a su propia familia profundizando hasta el paroxismo la saña".

Los símbolos



Sí, en los cuatro jóvenes están plasmadas las ideologías y las vocaciones, la dialéctica que confronta, pero también complementa, a los contrarios (nazismo y socialismo, masculino y femenino, burguesía y proletariado, trabajo intelectual y manual); sólo el fracaso es unívoco y altisonante. En la puesta en escena de Los excluidos el lector de la novela es abatido por una brutal fuerza dramática de la mano de una escritora que, según su propia confesión, no asiste jamás a la representación de sus obras teatrales, sino que se queda en su casa y ocupa su butaca de lectora desde donde devora sus propias palabras calóricas . Las que dan cuenta de un narrador que hilvana los espeluznantes acontecimientos de Los excluidos y recurren a la intertextualidad para explicarle al lector sobre las influencias que George Bataille , o Albert Camus , o el Marqués de Sade han obrado sobre Rainer , quien, por cierto ha recibido ese nombre en honor a Rilke . Ese narrador omnisciente también le advierte al lector (devenido espectador de palabras), que Rainer , el incipiente poeta lenguaraz líder del grupo (más frustrado que maldito), es hermano gemelo de Anna , quien por mucho que se empeñe en ejecutar la música de Beethoven o de Bramhs , por más que calle - en contraposición a su hermano- no será jamás más músico que el verdadero poeta. Gemelos: la poesía y la música, el hablar y el callar, el macho y la hembra, hijos del fracasado nacionalsocialismo alemán, enamorados él de una burguesa y ella de un obrero, despreciados ambos por los verdaderos protagonistas del aparato productivo de la nueva promesa austriaca (como alemana), serán víctimas y victimarios; ejecutores y ejecutados; objeto y sujeto del más cruel ensañamiento en un final absolutamente dramático, en el que Rainer , tras entregarse a la policía con absoluta naturalidad, luego de haber asesinado a sus padres y a su hermana hasta dejar sus cuerpos irreconocibles, le asesta el golpe mortal al lector, proclamando: "Ahora ya lo saben todo y pueden disponer de mi", convirtiéndose él mismo, por el poder de la palabra, de lo silenciado y de lo inferido, en un poeta y, su autora, en Premio Nobel 2004.

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