sábado, 26 de abril de 2008




La senda de las flores oblicuas en Seúl

La novelista venezolana Eva Feld presento su novela La senda de las flores oblicuas en la Korea Foundation de Seul ante un selecto grupo de profesores, poetas y estudiantes con la valiosa participación del Embajador de Venezuela Doctor Guillermo Quintero. Al concluir la presentación los asistentes formularon preguntas y opiniones. Para la poeta Lee Kang-won "la conferencia seria una piedra angular para la bonanza del intercambio de las literaturas de dos continentes. Como las estudiantes aquí presentes van a dedicarse posiblemente a la traducciónde las obras del español al coreano, la conferencia va a servir mucho ensentido positivo". En efecto, los asistentes reconocieron en la novela La senda de las flores oblicuas una obra pionera en la que un autor latinoamericano escribe una novela ambientada en Corea y en la que se explora en profundidad el alma y las costumbre del pueblo coreano.

Por su parte la profesora Kwon Eun-hee dijo haber encontrado en la lectura de la novela un ritmo y una pulsión solo posibles a través de la introyección de quien ha penetrado los designios coreanos.

Antes de su regreso a Venezuela, la escritora ofreció una conferencia en la Universidad de Yung Hee a peticion del profesor Lim Hyo Sang y sostuvo un intenso intercambio literario con los profesores Francisco Carranza, catedrático e hispanista y María H. Ko de Carranza, directora del Instituto de Estudios Asiáticos

martes, 22 de abril de 2008

Eva también: Eva Feld, novelista


por Salvador Garmendia

"...acaso sólo parecido a otros niños cuyos padres también leían en alemán, saludaban en rumano, entendían ruso y callaban los sentimientos".
Eva Feld. Los vocablos se amaron por última vez



Esto de que el mundo es un puño, viene a ser una frase eterna, que no se desgasta con el uso porque no quiere decir nada. Nada, salvo lo que tenemos a la vista: un puño cerrado que podemos abrir cuando queramos y darnos cuenta que por dentro está vacío; sin olvidar que hay signos enigmáticos escritos en la palma; trazos caprichosos que parecen tropezar y resquebrajarse como abatidos por un vendaval.

La primera novela de Eva Feld, Los vocablos se amaron por última vez, (Ala de cuervo, 2000) es la historia fabulada de un siglo que cabe en un puño: basta abrir los dedos para que el contenido se desprenda convertido en virutas. Es la primera versión en dibujo animado de un siglo XX que parecía eterno y se desvaneció como una mueca y es la manera como Eva abraza esos 100 años en una novela, cuyos seres animados proceden a veces de la historia reciente o se agregan a elladesde la propia biografía de la autora; pero unos y otros son heterónimos: individualidades no vividas o vividas hasta la mitad; criaturas mentales materializadas sobre tiempos y espacios veraces y tangibles; almas en peligro como cualquiera de las que pasan a nuestro lado; "contradictorias entre sí -y contradictorias en sí mismas-", como lo expresa Miguel de Unamuno en el párrafo que sirve de epígrafe al libro. Es, por lo tanto, la novela inicial de Eva, una ficción en la ficción, narrada por trujamanes que intercambian antifaces y vestimentas; y en sus propias palabras, "una crineja que enhebra muchos rizos: Los de la trama conciente, inconciente, subconciente, la identidad, la otredad, el afuera, el adentro, la partícula, la totalidad, la investigación, la inspiración, la causalidad, la casualidad".

La manera de contar de estos Vocablos es sólo parcialmente lineal y en ocasiones oscura y evasiva, pero la voz que narra es exterior y descansa en la armadura simple de una fábula. Una manera de contar que se remonta a los tiempos de Esopo, cuando los animales hablaban y sus diálogos parecían conversaciones de amas de casa. La autora no teme a este encuentro directo con la página. Sabe que hace tiempo el monólogo interior dejó de ser un quebradero de cabeza, y se convirtió en poco menos que en un paseo de campo. La interioridad de hoy quedó del lado afuera.

Pero, éstas páginas son astutamente femeninas, diabólicamente complejas en su ejecución, semejantes a una empecinada labor de hilo y aguja. Eva mantiene sus vocablos en permanente fuga. Cada párrafo es una bandada de tordos que escapan cuando pasamos cerca de ellos.

Muchos se van sin que podamos reconocerlos, pero siempre hay un tordo agresivo que se precipita en declive contra nosotros y nos sacude un aletazo en la oreja, que luego se prolonga en la piel con un estrujante escalofrío. Así nos aproximamos a la desquiciada biografía del viejo General Chalbaud, cuando él y sus compañeros burlan la estricta incomunicación a que eran sometidos los presos políticos en la Rotunda, mediante sesiones espiritistas que les permitían convocar a las almas mediumnizadas de los antigomecistas muertos, para enviar mensajes a laconspiración que operaba al otro lado del océano. El sacrificio estéril y altisonante de esta figura de guiñol, que muere acribillado en el puente de Cumaná, blandiendo frente al enemigo una bandera de Venezuela, como si encabezara un desfile patriótico. Las andanzas del mujerero de su hijo Carlos, entre conspiraciones parisinas de folletín decimonónico y su muerte en 190... en manos de una bandada de asesinos ebrios, en el primer magnicidio que conoció la historia del país y último acto de barbarie en el anecdotario político local. Al otro lado del océano, las intimidades del Tercer Reich y sus conexiones funambulescas con Venezuela, pequeño país del Caribe mestizo y primitivo, destinado a proporcionar mano de obra sumisa y barata a la industria de la gran Alemania. Luego la realidad sucumbe en el delirio. El holocausto corona su proyecto burocrático de exterminio. Hitler gana la guerra. En Venezuela, los militares toman el poder. Una bomba colocada por un terrorista hace volar en pedazos el teatro de Bayreuth y toda la plana mayor del Tercer Reich es aniquilada de un solo golpe, mientras en el escenario tiene lugar una representación privada de El Anillo de Los Nibelungos. La pesadilla ha terminado y apenas deja un leve escalofrío bajo la piel. El gordito del Táchira se arrellana en su silla. La civilización cristiana respira con alivio. En realidad, no ha pasado nada.

Novela que corre desde la intimidad más cerrada al gran tablado de la historia del Siglo XX, caricaturesco y demencial. Novela erudita y políglota cuando lo pretende, y también visionaria y fantaseadora. En realidad, se trata de un heterónimo del propio Siglo XX en su trance final, cuando los acontecimientos de que hemos sido testigos o que nos han picado cerca, saltan a primer plano, gesticulan con desenfreno casi esquizofrénico, se pasan las caretas uno al otro y se comportan como la anticipación de un futuro que no tuvo lugar, pero que al final parece como si empezara a tenerlo. Mientras tanto, Venezuela cambia de nombre. Deviene la Quinta República.

¿Adónde vamos?

LA NOCHE PENETRA DIAGONALMENTE
“LA TRANSPARENCIA DEL REFLEJO” DE EVA FELD

Por: Ramón E. Azócar A.*


…Cincuenta y cinco tonos de rubor cromático
para atajar la vanidad y los celos…

Eva Feld

(“La transparencia del reflejo”. Caracas, Editorial Ala de Cuervo)



Recientemente la Editorial Ala de Cuervo, publicó la última novela de la escritora Eva Feld, “La transparencia del reflejo” (Caracas, 2003); ya Eva nos tiene acostumbrados a ejercicios narrativos que rompen lo convencional en la estructura de la obra literaria: “Mujeres y escritores más un crimen” (Edit. Warp, Caracas, 1999), su primer trabajo narrativo, y “Los vocablos se amaron por última vez” (Edit. Ala de Cuervo, Caracas, 2000); son un muestrario de la búsqueda en el oficio escritural de una manera de apreciar los acontecimientos urbanos desde el interior de sus ejecutantes. Con esta obra Eva no viene a complacernos con imágenes y acciones pre-diseñadas, balbuceadas en un castellano concreto y metódico; lo que nos trae Eva es un texto con arquitectura, con formas, con segmentos encontrados; toda una edificación de sensibilidades y razonamientos que deambulan entre personajes comunes, pero que destellan una profunda invasión de dolor y melancolía. Sin embargo, los personajes no son tristes, están callados. Toman el itinerario de la historia, mas no gravitan en temporalidad alguna. El lector aprecia un tiempo, pero los personajes no comparte esa movilidad: están inertes, mirando hacia los lados y hacia adentro. El espacio se reduce a lo humano, a esos pequeños detalles que hacemos a diario y que sólo lo percibimos cuando una mirada acuciosa los identifica.

“La transparencia del reflejo”, en su estructura narrativa, está enmarcada en un estilo mesurado de atracción de hechos y acciones. Esta estructura la aprecio en cinco segmentos: 1.- Ideas lineales que van presentando a los personajes contrastando con una cronología histórica de acontecimientos; 2.- La narración de los hechos y la conexión de los mismos desde un punto de vista valorativo, no de acontecimientos; 3.- El insertar la narración en primera persona en la historia, a través de un personaje que se va mudando a cada uno de los personajes; 4.- El enfrentamiento y choque de las acciones que se dan el la historia, las cuales lejos de tener un desenlace se multiplican compulsivamente; y 5.- Los códigos; la obra está inundada de códigos, de marcas, cuya nomenclatura para descifrarlos es el punto más motivador de su lectura. Obliga al lector a participar con el escritor en la confección final de una atrayente historia, por ello, y esto me atrevo a decirlo como lector compulsivo de Eva, cada persona que lea la novela tendrá una versión particular de ella. Y más allá: cada persona que lea la novela le dará un sentido estético literario muy particular, por lo cual la escritora no tendrá vida terrenal para poder hilar todas las historias que nacieron con Eugenio y Lya, y que rompieron esquemas con Adriano y Mariana.

El otro aspecto del trabajo narrativo de Eva es el manejo de palabras y expresiones que buscan insertar nuevas estructuras de comunicación: aviesos, tejemaneje, soslayo, mujeres-niñas, artófagos, ahítos, entre otras; promueven el inventario de formas de expresión no muy comunes en la apreciación narrativa de los hechos. Por supuesto, en la medida que el ejercicio narrativo va evolucionando en su contexto de historia nos topamos con la intención plena (quizás descabellada en esta época) de estructurar un mensaje a través del meta-lenguaje. En la página 99, se gratina la experiencia de romper esquemas preconcebidos para incursionar más allá de las formas de expresión existentes: “…Curva envolvente de rayos luminosos Unívoco punto la procedencia y el fin. Reflexivo reflejo en constante arritmia. Diástole-sístole. Dia Sis Dia Sis diálisis, día de Isis. Diosa cabeza de vaca inmune al sacrificio minoico, a la hecatombe y al holocausto. Y, sístole y diástole, pulsión por hallar a Osiris fraternal, incestuoso, en cien fragmentos disperso por el universo. Sístole, sístole, sístole hasta completarlo y convertirlo en momia de adoración, en criatura mitológica, Isis amamantamamantamamanta Amamantada giro en espiral cósmica, alcanzo a verme la cola de cometa, giro al interno energía devorando…”

A todas estas, los textos de Eva son reiterativos en dos debilidades frecuentes en la literatura francesa contemporánea: la excesiva explicación del origen de algunos personales ( caso de don Alberto); y los saltos estrepitosos en la narración temporal de los hechos. El primero hace pesada la lectura, el segundo da dificultades al lector en su tarea por comprender el hilo de la historia. Claro está son “debilidades”, entre comillas, porque nos afectan al lector, ello no quiere decir que sean estrategias preconcebidas por la autora para obligar al lector a tomar mayor participación en acción lectora. Aunque esto no le resta belleza al contexto que situaciones que nos presenta Eva como escenario de vidas afines a la realidad citadina, pero inmensamente profundas en sus consecuencias y valores. Podríamos sugerir a la autora que relacionara ese mundo descrito en “La transparencia del reflejo”, con un mundo paralelo subterráneo, pero no de la tierra, sino del alma de los hombres.

En cuanto a la figura de Eva Feld como escritora, con este trabajo se ubica en un género de vanguardia en la literatura contemporánea venezolana; un género que encabeza José Manuel Briceño Guerrero (“Anfisbena, culebra ciega”, Mérida, 1992) y Teódulo López Meléndez (“Selinunte”, Mérida, 1993), por ser coincidentes en el uso de un lenguaje que confronta el convencionalismo y la actitud pasiva de algunos escritores. Quizás sean los rebeldes sin causa, o quizás los que teniendo causa no renuncian a ser rebeldes.

“La transparencia del reflejo” permite otro tipo de lectura: la de los significados. En la medida que uno hace el amor con las páginas van tornando expectativas acerca de situaciones que hagan posible revolcar al lector cuando menos lo espera; así nos aparece la narración de Mariana (Pág. 26) en la cual el fluir de las imágenes habla por sí mismo: “…Cocino masturbando lo vegetal, lavo el pepino parsimoniosamente y aún antes de comenzar a descartarle la piel, me da gusto recordar sus propiedades hidratantes. Llevo el fruto a mi rostro y lo voy girando contra mis pómulos. Largo rato me detengo en la comisura de los labios para prolongar en mí el deseo de morderlo. Un frescor como de rocío desprende el pepino su recorrido colector de humores faciales. Luego lo cerceno en ruedas muy finas y lo salo profusamente. Su verdor pálido queda suplantado por un color que asemeja el del mar coralino cuando rozo la arena. Allí lo dejo por unos minutos en un regodeo eyaculador. Cuando vuelvo a mirarlo, lo hallo aguachinado y sumergido en su propia secreción. Lo tomo en mi mano y lo exprimo al máximo, separando el cuerpo de la materia mediante la fuerza, sin determinar en cual recipiente queda almacenada la virtud. He intervenido la forma fálica, la he rebanado en ensalada. Sustituyo el exudado pepino con una mezcla de azúcar y vinagre. Mis manos han quedado olorosas más no saciadas, de manera que hurgo en la nevera en procura de materia prima para hacer croquetas…”

Los textos de Eva son un claro muestrario de cómo se puede ver la existencia cuando la noche penetra diagonalmente, es decir, cuando el lenguaje es el protagonista y no la historia.

Desde la lectura de “Los vocablos se amaron por última vez”, me había impresionado el trabajo narrativo de Eva Feld, pero con el encuentro con “La transparencia del reflejo”, he descubierto una autora en plenitud, con un avance agigantado en su búsqueda escritural, con un texto lacerado, madurado; con una concreta y real percepción del mundo interior que desea transmitir. En una palabra, y haciendo un palabreo a una frase de Eva, “todos leeremos este libro, pero tendrá un sentido único para cada uno de nosotros”.


*.- Politólogo, Msc. Administración; escritor y crítico literario. Autor de “La revelación de Oanes”, ensayos acerca del anarquismo; “Hacia un nuevo Paradigma Educativo”, y “Soledades”, obra poética.
Gas letal de Cují herido

por Salvador Garmendia

Feld: "Escaldado, ampollado y enajenado yace Mallat en Lara.
Incongruente criatura desimantada del Norte./Yérguete desértico anaranjado/oasis trasvestido/flor macho cabrío"

Llegará el día en que esta columna salga un domingo a la calle en sostén y pantaletas. Ya me habían advertido que el Ojo de su título estaba dejando de ser de Buey para convertirse en Ojo de Mujer; pero, qué culpa tengo yo si las escritoras están mejores cada vez y mandando en la literatura como si las letras fueran un hogar donde se limpia, se friega y se riegan las matas y se riega la cama y se "pare" lo menos que se pueda. Ellas mandan en la casa de las letras como les da la gana; mandan mondas, desnudas, descarriladas, bocas sueltas, disolutas y llenas de risa. En este momento de truculencia nacional, cuando el humor es el único sustento que nos permite pasar un día más casi sin darnos cuenta, ellas demuestran poseer en su literatura, el punto secreto de maldad sin recato ni respeto humano, que abre la carne y penetra de punta en la verdad. Las nuevas de esa acometida nos llegan en pequeños libros que apenas se sienten en las manos. Se abren por la mitad y uno se los puede llevar a la boca y chuparlos con facilidad como si acabara de abrir una fruta y estuviera a punto de sorber su culpa. Sólo que esta vez la experiencia se ha detenido al borde de los labios, porque el fruto que acabamos de abrir es el libro de Eva Feld, Mujeres y escritores más un crimen (Warp, 1999) y lo que se levanta en su primera página es un objeto duro y espinoso. Un Cardón: "Falo lanza-púas/auscúltate presagioso exprimiéndote datos/¡Huye! Filamento subterráneo". Ese cardón se me hace conocido desde el olor. La lujuria del "dato" mordido resbala por las junturas de mis dedos como por entre-piernas. Y puedo decir que es el mismo cactus columnaris que me ha estado mirando de lado desde mi infancia, cuando escurría el cuerpo por entre los tunales de mis sabanas en el estado Lara; lecho de un mar desecado, según la opinión de antiguos geólogos. Sé que le he corrido delante a ese erizo de mar transmutado, intentando hurtar mis tobillos flacos a la acometida de sus púas, y era como si escapara de un fósil impensable que escupía sus espinas por la boca contra mis canillas. Lo asombroso del caso es que Eva Feld ha hecho posible para mí, ya al final de mi vida, que las sabanas de Carora echaran por delante al más espigado de sus símbolos, el Cardón, así como al más arrogante de sus machos, el chivo, y se me aparezcan en no más de tres páginas tomando la forma atrabiliaria de un crujido de consonantes, que se rompen entre labios resecos. Es parte del delirio incomprensible de un finlandés, experto en maderas y sequías, que ha sido víctima de una insolación en pleno desierto caroreño, durante una expedición científica, que marcha por aquellos tunales intratables. Sangran los pies y se recalientan las molleras como lo relata Eva en su texto: "Escaldado, ampollado y enajenado yace Mallat en Lara. Incongruente criatura desimantada del Norte./Yérguete desértico anaranjado/oasis trasvestido/flor macho cabrío". En este momento, la página está oliendo a tierra escaldada y a poesía, aunque debía tratarse de un cuento; pero no importa: los géneros no existen. El descubrimiento ya es viejo, pero todavía casi nadie le hace caso.
Por cierto, debo admitir que no tengo otras noticias acerca de la existencia de Eva Feld, que no sean las muy escuetas líneas que aparecen en la contratapa de su libro. Nació ayer: 1949 y al parecer ha ido del periodismo a la literatura. Hubiera querido saber algo más de la autora; pero de todas maneras me quedo con una escritura plena de desafíos, quiebres y sacudidas como de tic nervioso, que va organizando esas astillas en vitrales, a medida que entramos en las páginas. Al final, hemos dado con un arte de narrar desprejuiciado, sarcástico y algo presuntuoso, tal vez, pero siempre con los humanos pies bien pegados al piso; sea este el suelo calcinado de las sabanas de Carora o la felpa recién desinfectada de la moqueta vino tinto de un piano bar. En esa escritura kaleidoscópica, el más pequeño giro de la mano hace que las figuras del entorno alteren su acomodo. La visión escapa de su centro y las geométricas contracciones de la frase, como si fueran sorprendidas en un trance epiléptico, terminan por arrastrarnos también, con los pies descalzos, brincando como saltimbanquis por una superficie fragmentaria, imprevisible. El caleidoscopio recalentado, ha seguido girando entre los dedos del finlandés errante, navegador de sequías y resolanas. Los ronquidos de su lengua seca se confunden, entre las astillas de sus ideas, con el arrullo de un mayoral lapón que conduce una manada de renos. Y nos cuenta, traviesa, Eva Feld, "Nunca antes, ni aun cuando el miedo enturbiaba su respiración, durante la amenaza rusa, en Helsinki, había escuchado Mallat el ritmo de su pulso a galope, acaso únicamente comparable con aquella vez en Budapest, cuando una húngara pelirroja y endiablada casi le rompe la vida de tanto paroxismo y persecución". Pero, en eso, el cielo se oscurece y empiezan a sonar los truenos de La Tempestad de Jean Sibelius. Por tanto, sólo quedan para ser pronunciadas las frases de la extremaunción: "Gas letal de Cují herido/espabílalo/y ahuma la sangría del sacrificio".

LUCIFER ANTE EVA FELD: “ESTA MUJER ES EL DIABLO”

por Teódulo López Meléndez


Mefistófeles está en la primera línea, pero los lectores sólo lo percibiremos cuando el diálogo entre Mariana, la figura central de La transparencia del reflejo, la nueva novela de Eva Feld, y el ángel excluido se haga directo. Una saga familiar comienza en 1950 en un país comunista de Europa del Este. Desde esta primera descripción, la novelista traza un fresco elocuente de emigración, de huída, de reencuentro, de batalla política, de incomunicación y de locura. Lya y Eugenio coquetean en la atmósfera asfixiante de un régimen totalitario. Tendrán un hijo, Adriano, víctima de la ruptura entre los padres, la primera de muchas a lo largo de La transparencia del reflejo. Por supuesto que el joven judío va a Israel, pero don Alberto necesita a alguien en Venezuela y de la mano de su nieto Andrés va a esperarlo a La Guaira. Ya Alberto tiene un hijo, pero es músico y poeta, seguramente inepto para dirigir empresas. Mariana está divorciada, es la madre de Andrés y sucede lo que el destino parece haber preestablecido: Mariana y Adriano se casan. A lo largo del texto novelístico se recurrirá frecuentemente al flash back, inteligentemente manejado dentro de los monólogos internos de Mariana, para describir a la familia en diversos períodos, hasta llegar a la abuela solitaria encerrada en un pequeño apartamento de Budapest.

Es la relación de esta pareja lo que ocupa las páginas centrales de la novela. Adriano coquetea, bebe Coca Cola y se ocupa de los negocios. Mariana enumera sus virtudes: es capaz de recordar todas las marcas de autos y los números de cédula de identidad de todos los empleados. La personalidad de Mariana, en cambio, es complicada. Es culta, librepensadora, una mujer ansiosa de comunicación, pero tal vez demasiado condescendiente con las escasas conversaciones que le brinda su marido. En la apoteosis de la soledad la única alternativa para Mariana es el sentido de profundidad. Especialmente conmovedores son los diálogos de Mariana con su hijo y la descripción de las aventuras políticas en París con el padre del niño, entre otras razones, porque el adolescente encarna el uso de la tecnología y, en el segundo caso, porque las “acciones revolucionarias” llevadas a cabo en la capital francesa reflejan todo un período de la historia venezolana y de la efervescencia mundial durante la década del sesenta.

Eva Feld narra lentamente, pero con una necesidad de dimensión intelectual; a pesar de que atraviesa media Europa en un viaje con el marido, no hay una sola descripción del paisaje, a no ser unos álamos solitarios que aparecen en una línea. No hay tampoco ninguna descripción de los personajes; no sabemos si Mariana era bella o fea, si tenía nariz aguileña o largas piernas; igual con todos los demás: no nos enteramos sin Don Alberto era calvo o el joven hijo tenía los ojos de determinado color o si el pacienzudo bebedor de Coca Cola era alto o bajo.

En Eva Feld los pensamientos van delante de la realidad y se deforman como restos. El viaje es una clave fundamental de esta novela que en sí misma es un periplo por el silencio disfrazado de frases corteses. Adriano sólo habla de negocios y Mariana recurre a los monólogos internos; por momentos dice frases de ocasión al marido e, incluso, intenta adaptarse a las circunstancias. En esos monólogos recurre a la abuela de Budapest, huyendo de París, de la “hazaña revolucionaria” de haber golpeado a un anciano portero de ministerio. Con la abuela, la narradora se hace minuciosa. Describe cada plato que prepara, cada amiga de la anciana, cada bocado, cada encurtido, los pormenores del abuelo muerto, la saga de ambas familias. Un timbre de teléfono interrumpe: al parecer han llegado al hotel y Mariana continúa su perorata en solitario, imbrica las historias paralelas uniendo los vasos comunicantes con los relatos a su hijo, la fuga, el destino de los que se quedaron, mientras rumia sus sospechas sobre Adriano. Se describe: “Callar es campo fecundo de imperecederas contradicciones, un erial de ideas. Calla para ausentarse, se ausenta para callar”. Esta es la filosofía de vida del personaje Mariana, una mujer cerebral que sabe domeñar sus emociones, sólo hacia el exterior se entiende. Nunca hay un escándalo ni el asomo de un grito de protesta. Sólo piensa y monologa, mientras suenan los más avanzados juguetes electrónicos. Recurre, entre otras muchas referencias cultas que enriquecen notablemente el texto, a La violación de Lucrecia de Shakespeare. Ve a los personajes como los pintó Tintoretto. Concuerda en que Tarquino es ella, quien detenta el poder y el conocimiento. Mientras juega casi inconsciente con el hijo Mariana viaja por la cultura. Y en medio del viaje se inserta la visita de Juan, padre de Andrés y “revolucionario” de París, acercándose a su hijo, enseñándole un arma, predicándole las virtudes de la revolución. Escena impactante que se resuelve retrocediendo el recuerdo a la huída de París, supuestamente de las escenas de violencia, pero en verdad de dos lenguas, para introducirse en otra bárbara y eslava. No hay duda: las lenguas son las patrias y las circunstancias sus linderos. Es digno de destacarse la relación absolutamente sensual de Mariana con los vegetales, una extrañamente enmarcada por el régimen comunista, la contraparte real de la “revolución” en la que ella misma participaba, por amor a Juan es obvio, en la capital francesa. Pero ya lo hemos dicho, los flash back, casi todos en monólogos internos, y los vasos comunicantes nos llevan de nuevo a la anciana abuela, también una proyección de sí misma anciana. En esta imbricación perfecta la encontramos traduciendo del inglés los folletos ilustrativos de los juguetes electrónicos, una total ficción, como si traducir para el hijo fuese la obligación materna clave.

El tiempo del largo viaje está manejado con excelencia y magistralmente distribuido en el texto, uno, es hora de decirlo, organizado conforme a los tiempos verbales y mentales de Mariana. Me atrevo a decir que Eva Feld construye un “tiempo especializado” que fluye del silencio. Parece que lo que pasa sólo pasa en la mente. En este análisis de una realidad problemática, la novelista decide transparentar sus reflejos y, en consecuencia, “deshacer” a su personaje central en la locura, como consecuencia de un proceso disolvente. El intento de comunicar es evidentemente inútil, pero Mariana no puede callar(su mente). El infierno está, pues, definido. Entre las dos soluciones posibles, misticismo o locura, el personaje femenino escoge la locura. Así entran en juego Cabezas trocadas de Thomas Mann y La tragedia del hombre de Imre Madách, los libros preferidos de la madre, donde por vez primera Satanás aparece nombrado en la novela. Al nombrarlo, Eva Feld sonríe desde el texto: el angel excluido estaba desde la primera línea y es ahora cuando lo percibimos. Con la visión de Satanás Mariana descubre “un nuevo sentido...calibrar el peso de lo invisible”. Y Lucifer deja escuchar su voz, en húngaro. La elección del idioma parece un homenaje a Madách. Mariana no tiembla, no hay en ella el menor asomo de miedo ante semejante presencia y, más bien, comprende sin preguntárselo que Lucifer le haya dado la bienvenida al mundo de los diferentes. ¿Y de dónde podía venir tal personaje, para una escritora, sino del otro lado de las palabras? Lucifer se aburre de los humanos relatos de la mujer y manifiesta repetidamente su fastidio, pero insiste en dialogar con ella. Mariana comienza a hablar del sentido de la vida y a pesar de proclamar un sonoro “bla, bla, bla”, allí sigue el Diablo. Lucifer la define y la describe, pero Mariana contraataca y le ordena regresar a los libros, pues parece que la locura, como en El Quijote, tiene allí origen. No hay duda, la comunicación es talmente una locura que sólo con el Diablo es posible. En medio del apasionante diálogo regresa el marido y con él la incomunicación, es decir, la normalidad. Ahora nos enteramos que el diálogo con Lucifer es anterior al viaje a Europa; la escritora ha logrado engañarnos enmarañando los tiempos novelísticos. Y antes de Satanás estuvo la discusión sobre la fábrica y los negocios. Quizás debamos recurrir a la manida frase de que “el orden de los factores no altera el producto”, pero es lo justo decir que Eva Feld se revela como una consumada distribuidora de tiempo sobre el papel o que no sabremos nunca que sucedió primero y qué después. De nuevo la escena del arma del padre con el hijo, vemos llegar la pareja a Frankfurt cuando en verdad la novela está llegando a su fin en un cibercafé donde Mariana se contacta vía Internet con el hijo y con sus propios pensamientos. Para contrarrestar, visita una casa de té marroquí. Allí ocurre una primera y postrera referencia lúdica, allí sueña y no sabemos si el regreso del marido al hotel es real y tampoco en que momento, mientras está sumergida en la tina del baño, vuelve Lucifer a trazar lecciones sobre retórica, moralejas y remembranzas. Comprendemos que Eva Feld ha diluido el tiempo en una perfecta Oroborus que gira sobre sí misma. Con razón Satanás exclama, no sabemos en que estado de ánimo, “esta mujer es el diablo”. Y Adriano ve las frustraciones de su infancia, quizás ve a sus padres bailando en 1950 en el país centroeuropeo dominado por el comunismo para terminar hablando, eterno en su lenguaje, de un auto fabricado en la época comunista. Palabras, vacío, que el Diablo subraya apareciendo de nuevo. Y se abre una discusión sobre la palabra “nimbo”. Eco, eco, todo parece haber sido un eco.

Hasta donde sé, ninguna escritora había abordado el tema tan espinoso de dialogar con Satanás; si tal antecedente existe ello no me exime de decir que este extraordinario que nos regala Eva Feld es tan espeluznante como el de Goethe, como el de Mann, o el de Papini, o el de Madách. La transparencia del reflejo es un inmenso fresco sobre la naturaleza humana, un buceo - a la mayor profundidad - de la mente en todos sus vericuetos, incluyendo la locura, y una muestra inagotable de refugio en la cultura. Eva Feld lo hace apropiándose del pincel de Tintoretto y bajo el influjo de la música de Beethoven y también de Mozart, creo que específicamente aquella que compuso bajo el influjo de Praga.

Entrevista con Eva Feld

por Violeta Villar Liste


- El escritor español Javier Marías, entrevistado por Carmen Pérez Jiménez para la revista Escribir y publicar, afirmaba: “Cada vez es más difícil hacer creer a los lectores lo que se está contando”. En su caso, que transita los caminos del periodismo (la escritura “de la verdad”) y de la literatura (¿de la cuasi verdad?), ¿cómo vivencia el problema de la verdad?

- El asunto de la literatura no es la “verdad”, la cual, por lo demás, no concibo como unívoca ni universal. Yo comparto con Nabokov cuando dice que la literatura no versa sobre algo; ella misma es ese algo, es la quidididad. Es decir que ella, en sí misma es verdad. El concepto de verdad al que Usted se refiere -de hechos comprobables- recae ciertamente en el periodismo, el cual, de la mano de autores como Tom Wolfe, Norman Mailer o Gabriel García Márquez, ha ido escalando peldaños como rubro literario. En efecto, pienso que el llamado nuevo periodismo ha dignificado el género del reportaje, pero ha diluido en el trayecto el sentido de la palabra. La narrativa anecdótica, informativa, entretenida ( veraz, ficcional o mixta) conglomerada en el anglicismo “light” me ha hecho concluir que la novela ha devenido un género periodístico (novela igual novedad, noticia, reseña, crónica) y que habría que inventar un nuevo vocablo que la diferencie.

- En Mujeres y escritores más un crimen percibo la evidencia de la tensión (o el juego) textual entre la “verdad” y la “ficción”. Por ejemplo, en Epistolario ficticio con un escritor real o en Epistolario real con un escritor fabuloso. También, en esos “guiños” a la escritura periodística....

- Cierto, precisamente el Epistolario real con un escritor fabuloso marca mi efímero paso entre el ejercicio periodístico y el literario. Fue la bisagra. Ocurrió que un entrevistado real, Teódulo López Meléndez, se convirtió- por artilugio de la palabra- en personaje. Ya me había sucedido, durante los felices comienzos del Diario de Caracas, que Tomás Eloy Martínez, me preguntara si mis breves perfiles de la sección titulada “gente”, no serían más bien cuentos. Pienso que aunque el verbo narrar sea uno y el mismo, con epicentro en el estilo, la estructura y el dominio de los detalles, la diferencia radica en lo que el recién fallecido ensayista francés Maurice Blanchot significó al decir: “Lo imaginario es una extraña región situada más allá del mundo, es el propio mundo, pero el mundo en conjunto como un todo”.


- Lo cierto es que la palabra siempre parece conducir a un viaje hacia el interior de nosotros mismos y en ese viaje lo más real o lo más ficcional se cruzan de manera irremediable.

- De allí que el epígrafe de mi novela Los Vocablos se amaron por última vez sea una frase de Miguel de Unamuno: “Todos los personajes que crea un autor, si los crea con vida, todas las criaturas de un poeta, aún las más contradictorias entre sí- y contradictorias en sí mismas- son hijas naturales y legítimas de su autor ¡feliz si el autor de sus siglos!. Son partes de él”


- Paul Ricoeur va más allá y afirma que la estrategia del discurso, “implícita en los lenguajes metafóricos, es demoler nuestro sentido de la realidad”, en tanto nos permitiría crear una realidad nueva.


- Recurro para contestarte a las palabras de López Meléndez, en tanto que escritor real, autor de Por el país del hombre (primera lectura del nuevo milenio) y también al personaje de mi cuento antes aludido... Dice el hombre en el ensayo titulado “Cambio de lengua en la misma lengua: “Cuando alguien dice que no entiende un poema sería justo recordarle que el verso es potencia inventiva...Cuando alguien me asegura que mis textos son una catarata de metáforas, sería necesario recurrir a Richard para asegurar `no existe sentido verdadero de un texto. Volviéndose todo metafórico, no hay ya sentido propio...´. O dicho en mis propias palabras: tanto más se acerca un texto a la obra maestra cuanto más inferencias sea capaz de generar en sus lectores.


Escribir en tiempos de la V República

- El desasosiego de esta extraña V República ha permitido, sin embargo, que los escritores la reinventen en la escritura. Su libro, Los vocablos se amaron por última vez (1999) también es sensible a este nuevo tiempo....

- Mi novela Los vocablos se amaron por última vez es una ucronía. Explora lo que hubiera acontecido en Venezuela si los alemanes y los japoneses hubieran ganado la segunda guerra mundial. Goebbels, a la sazón ministro de propaganda de Hitler se habría interesado en Venezuela como primera eslabón para reconstruir una Gran Colombia bajo el dominio del III Reich. Pero para crear una ucronía es menester conocer a fondo los hechos que se pretenden deformar. De manera que la exploración de la Venezuela de la década de los cuarenta da cuenta de una realidad sensiblemente parecida a la actual por el proceso regresivo que se está viviendo. Pero además se trata también de una suerte de meta novela narrada por un personaje de la novela misma, a quien le toca experimentar en carne propia las vicisitudes del advenimiento de la V República: el desempleo, el atraso tecnológico, la frivolidad política de la plutocracia, el descontento, el aislamiento. Sin embargo no podría decir que éste sea el tema central de la novela, diría que más bien se trata de una visión particular del poder en todas sus acepciones, desde el político y el sexual, pasando por el psicológico y el de los sueños.

- Al final, ¿gana o pierde la literatura cuando se aprovecha de su tiempo? Lo pregunto porque a veces hay un reclamo del texto “sin tiempo y sin espacio”, y, obviamente, eso no parece posible en tanto obligaría a los escritores y a las escritoras a una difícil asepsia...

- Pienso que el tiempo como la verdad, es una convención provisional y consensuada y que el tiempo del escritor es omnívoro. El escritor es dios y su obra el hombre todo lo demás es circunstancial.


- Además, la literatura es un camino extraordinario para recuperar el tiempo histórico. En España, por ejemplo, se leen con interés los libros que derivaron de hechos tan dramáticos como la guerra civil o la dictadura franquista. Lo literario advierte unas sensibilidades que en ocasiones pasan de largo para algunos historiadores....

- Como le dije antes: el objeto del escritor es el hombre. Explorarlo, invertirlo, comprenderlo, aprehenderlo en sí mismo y en sus circunstancias, fuera de sí y de sus circunstancias. Los ejemplos que Usted cita ilustran de manera estupenda la pobre oferta editorial española de los últimos años, en la que salvo muy contadas y honrosas excepciones los mejores libros son las traducciones de escritores sobre todo centro europeos.

La palabra se nombra en femenino

- Cuando una mujer escribe, los críticos interrogan al texto desde lo “femenino” . Nadie, en cambio, busca reconocer las claves “masculinas” de la escritura. Quizás, porque como afirma Cristina Peri Rossi, “la mujer ha sido una exiliada del mundo público, su único espacio propio era -cabe resaltar el tiempo pasado- la cocina”.

- Sin ánimos de ofender las tardías posturas feministas del mundo occidental, me parece que semejantes consignas son débiles consejas. O peor aún deficientes escudos. La lucha femenina por el espacio público fue victoriosa en el siglo pasado. Así como le dije antes que narrar es uno y el mismo verbo así mismo afirmo que en el manejo de la palabra no priva el género. El escritor es hombre y mujer. Flaubert ya era Madame Bovary, en el sigloXIX, yo misma soy Joseph Goebbels y Carlos Delgado Chalbaud, cuando existen por la fuerza que mi palabra, en Los vocablos se amaron por última vez


- Hoy por hoy, ¿cómo percibe el esfuerzo narrativo de las escritoras venezolanas?

-Profuso, interesante. Lo que falla son las resoluciones editoriales por la muerte de la cultura y la extremaunción de las editoriales a causa de la crisis política y económica.

- Volviendo a la cocina (y a Peri Rossi), se salió de ella, en algunos casos, a tiempo completo y, en otros, a media jornada. Pero (como quiera que sea) hay un hecho indudable: la escritura ha ganado con la sensibilidad femenina. En el caso venezolano, ¿qué resulta luego de viajar por la escritura de una verdadera innovadora como Teresa de la Parra hasta quedar atrapados en el universo cotidiano y sensible de Ana Enriqueta Terán? Y esto, sólo por citar dos voces trascendentes en el panorama de las letras venezolanas

- Me gusta mucho que lo llame “viaje” pues implica bagaje.


El proceso creativo

-¿La inspiración llega cuando el escritor no la espera o hay que buscarla largo rato?

- ¡Oh peligrosa generalización!: Yo diría, aunque pueda sonar petulante, que la escritura es un proceso alquímico mediante el cual las ideas, que son intangibles como el éter, se corporeizan, toman forma de palabras, de frases y de sentido adviniéndose por causas múltiples. La inspiración podría obedecer a la pugnacidad que adquieren las ideas en su lucha por trascender, pero la combustión puede provenir también de un elemento externo, como un lugar (la Venecia de Thomas Mann o el Macondo del Gabo) de una persona (La esposa del Doctor Thorne, o Los amores de Catalina de Denzil Romero), en fin.

-¿Es posible pensar en fórmulas cuando se trata de la escritura literaria?

-Es posible, de hecho se enseñan en los talleres literarios. Allí se definen características fundacionales, estructurales, argumentales; se la pretende diferenciar según el tipo, en nuclear, medular o de bisagra. Allí se exponen teóricamente los alcances de la aplicación de las cajas chinas, las crinejas, los vasos comunicantes; allí se ejercitan los contenidos programáticos, gramaticales y sintácticos, pero la mayoría de las veces se acaba perjudicando la escritura.


-¿Qué prepara en este momento Eva Feld?

- Acabo de terminar una segunda novela titulada La transparencia del reflejo, en la que una mujer cabalga sobre tres siglos en procura de sí misma y de respuestas. Una saga que parte de remotos ancestros y conlleva un viaje más allá de lo geográfico y de lo temporal, uno donde el callar domina y las interrogantes sólo pueden ser dirigidas a Lucifer. Éste, harto de inmortalidad y víctima de la economía de mercado, contesta con burla y saña, advirtiéndole que para él no revisten ningún interés las almas producidas en serie y mediatizadas. Él añora los tiempos de Goethe, Milton, Mann, Papini y Madách, sus grandes interlocutores. Cuando se establece el diálogo entre una mujer y el Diablo, un fogonazo transparenta la tragedia humana de la incomunicación.

Eva por Eva

Nací en Caracas a mediados del siglo pasado, hija de prófugos padres judíos: Inseminación europea, alumbramiento americano.

Becaria del gobierno francés y enrolada en las excentricidades del Centro de Estudios de Comunicación y del Instituto de Altos Estudios de la Sorbona, asisto a clases magistrales de Edgar Morin, Levy-Strauss, Jacobson y a la dispersión por gases lacrimógenos de manifestaciones multitudinarias, también a memorables huelgas de hambre. No es el París de Cortazar en Rayuela, no es el París de Bryce Echenique, es el París que, en mi Transparencia del Reflejo, mantiene a raya a Lucifer.

Periodista (fundadora de El Diario de Caracas), reportera y coordinadora de sección en El Nacional. Reportero de la comunidad de Radio Ambiente (Chicago- Illinois) Colaboradora del Chicago Sun Times. Colaboradora de la revistas Imagen, Domingo Hoy, Feriado, Verbigracia, Papel literario.